Me produjo en su momento mucha
curiosidad el hecho de leer a Highsmith, porque ella era muy celosa de su
intimidad. Pat está siendo definitiva para mi vuelta a la creatividad, después
de un largo período de maternidad en solitario. No podía haber elegido mejor
compañera de viaje. Me fascina su enorme ambición, a la altura de su talento, una
ambición que se muestra legítima. Se soñaba a sí misma famosa y millonaria, me
hace reír y soñar cuando afirma: “Y seré más grande que el Vogue”. Su madre lee
sus relatos, está completamente de acuerdo con que se esté buscando la vida
como escritora, y acepta su bisexualidad, aunque no deja de molestarla
aconsejándole que salga con hombres, y no con mujeres, (la juventud es un
período para probarlo todo, uno busca su identidad). La madre también es una
mujer interesada en la cultura; no se llevaban bien entre ellas, pero me
fascina el hecho de que su madre no la presionara para convertirse en una
secretaria de la época, o en una modistilla, sino que viera muy bien lo de tener
una carrera literaria: qué se mamaba en Nueva York para que pueda existir una
madre así, que no te presione con ganar los garbanzos y te diga que abandones
la creatividad en pos de la seguridad.
Asegura Patricia que, a la hora de
escribir, hay que buscar la excelencia abstracta. No el
dinero, no la fama, no escribir para que te quieran. Me recuerda a la poeta Emily
Dickinson, que escribía cartas a sus amigos como si acometiera la redacción
de una novela, o la escritura de un poema, siempre buscando la excelencia
artística, siempre pensando que cualquier ejercicio de escritura será una
magnífica oportunidad para escribir mejor.
Unos minutos vio Patricia a un
hombre, por la ventana, en Italia, y lo convirtió en el falsificador y asesino
en serie Tom Ripley, uno de sus personajes más famosos. Cuando empezó a
publicar las novelas sobre Ripley, entre ellas El talento de Mr. Ripley,
se hizo famosa y empezó a ganar dinero de verdad. La mayoría de los
lectores conoce a Patricia como escritora de suspense. Sobre todo es famosa por
su capacidad de introducirse con maestría en la mente de los psicópatas. Era
morbosa, tenía sueños vívidos y pesadillas que muchas veces plasmaba después en
el papel. Misántropa, desconfiaba profundamente del ser humano, algo que no me extraña
viendo la época tumultuosa que le tocó vivir, una época muy parecida a la
nuestra, un tiempo siniestro que empezó en 2020, con sueños quebrados y
emociones rotas.
Cuando empecé a leer sus Diarios,
sentí placer al pensar que Highsmith me llevaría de la mano por las décadas de
los 40 hasta los 90 del siglo pasado. Quiero decir que ahora miro el siglo XX a
través de los ojos de Pat. Si leo a un nuevo escritor, pienso: ¿era
contemporáneo de Pat? Me deleito con sus aventuras vitales, ella, veinteañera,
ya con un inmenso talento, y publicando sus relatos en revistas literarias, me
da muchísimas pistas sobre la creación literaria: sobre todo hay que
trabajar la intuición.
He compartido con la autora la
vida artística del Nueva York de los años 40. La oferta cultural era
inmensa: películas, exposiciones, conciertos. He vivido el maravilloso tiempo
de la vida de hacer locuras, de ser joven en una de las ciudades más
fascinantes del mundo: siempre digo que si Nueva York no te transforma, es que
tienes sangre de horchata. Su inteligencia y genialidad eran muy apreciadas
entre sus amigos, la mayoría artistas como ella. También tenía muchos amigos y
conocidos europeos instalados en NY que huían del nazismo, de una Europa
destruida.
Los años 40 y 50 del siglo pasado fueron
tiempos arriesgados y tristes. La segunda guerra mundial marcó a fuego a
varias generaciones de escritores entre los que se encontraba Pat. La guerra provocó
una herida profunda, colectiva, moral, una crisis de valores, difícil de curar.
En 1947 se firma el armisticio de paz, los Tratados de París, donde los aliados
ponen las condiciones de un nuevo mundo a construir. Pat se convierte para mí
en una excelsa cronista de la guerra que se desarrolla en Europa y en el
Pacífico, y comparto con ella su dolor, su pésima experiencia: volvían los
soldados mutilados del frente y con estrés postraumático, siendo conscientes de
que sus dirigentes les habían utilizado para llevar a cabo una locura. Qué
“buena” es la desolación, que te pone en órbita: Pat escribía para salvarse a
sí misma de unos tiempos durísimos.
Patricia entró en el mundo laboral
como guionista de cómics, sector industrial floreciente en Nueva York,
en el que estuvo trabajando siete años. Un personaje de cómic que se hizo
famoso en la época era un soldado norteamericano guerreando en el Pacífico. Trabajando
duramente, tanto en los cómics como en su propia obra, Pat pensaba
constantemente en ganar dinero, en la ausencia de ingresos regulares, se
decía a sí misma “tengo que ganar dinero”, y se daba cuenta de que esta es una
idea paralizadora que atenta contra la creatividad. Ella quería llevar una vida
lujosa, que fomentara su creatividad. Dice: “Gasto más de lo que ingreso”. Y
aún así, consiguió no terminar en la ruina y llevar una vida cómoda en su
retiro dorado en Suiza.
Patricia necesita tener tiempo
para pensar. También Sylvia Plath lo dice en sus Diarios, que estoy leyendo
y espero escribir sobre ello más adelante; las dos escritoras lo dicen: “Cuan
genio sería si tuviera todo el tiempo para mí”. Pat se dice a veces a sí misma:
“No estoy pensando cuando escribo”. Hay que pensar e ir despacio, un escritor
también escribe cuando tiene una idea dando una caminata. Leyendo las
noticias un escritor está pensando, también meditando o fregando los platos,
todas esas ideas serán la base de futuros relatos, o novelas. Algo sagrado se
cuece en el interior de un artista, inaprensible para los demás, y muchas veces
inaprensible para el propio artista.
Leo a comentaristas que acusan a
Patricia de ser una alcohólica y una ninfómana. Cómo que ninfómana, realmente
disfrutaba del sexo, realmente el placer íntimo colmaba sus expectativas y
deseos, y aún así, antes de sus 30 años ya había descubierto que el sexo “es el
mayor engaño, más que cualquiera de las atracciones de medio pelo de Coney
Island”. ¿Y qué si era todas esas cosas? Era libre, y pagaba el precio, que la
dejen en paz. Es cierto que, durante la lectura, Pat me agobia con tanto trajín
sexual, pero solo porque mientras me cuenta sus aventuras amorosas no me está
hablando de literatura, aún así, la admiro tanto, que me aguanto y sigo leyendo.
Este trajín acaba sobre sus 40 años, a partir de entonces tiene menos relaciones,
generalmente monógamas y duraderas. También me agobia que beba tanto, que aún
no haya conseguido el éxito que le deseo: el financiero. La cultura del alcohol
era predominante en el Nueva York de los años 40, así que Pat era simplemente una
hija de su tiempo. Gracias a ella, descubro que el Martini es la “bebida oficial”
de Nueva York, y ya es apoteósico el segundo Martini que se toma en la comida. Pero
en realidad, Pat se avergüenza de sí misma, se asquea, cuando piensa que bebe
mucho alcohol, piensa que eso es fatal para llevar una vida de escritora,
que sabe muy bien lo que es: una poderosa organización diaria de estudio,
descanso y ocio, trabajo y lecturas. Si no trabaja, se siente culpable, y
entiendo su desasosiego, cuando uno tiene una inteligencia privilegiada, es un
pecado no ponerla a trabajar.
Respecto a la creación
literaria, Pat dice que solo trabajar y no jugar, no puede ser. Qué
es jugar: salir por ahí, ver a las amigas, dar largas caminatas, viajar,
premiar al niño interior, al niño artista que vive dentro de nosotros, que
necesita estímulos, y vivir. No se puede escribir nada si uno nunca sale de las
cuatro paredes de su habitación, porque la literatura se nutre de la vida.
Como dice Highsmith, mucha gente
no ha escrito nada en toda su vida porque jamás ha tenido intimidad, un
buen ejemplo de esto son las madres que pierden la identidad por no tener
nunca intimidad; tras la crianza, recobrar esa identidad requiere tiempo y
esfuerzo. Era dramática y apasionada: Sola, estar sola, ese era su máximo
deseo, para poder escribir, y vibrar, decía que uno debe ser Edgar Allan Poe en
su habitación. Después del enorme trasiego de amigos en su juventud, llegan sus
años crepusculares: vive en Suiza y se siente sola. Las escritoras tenemos
mucho peligro, siempre pedimos estar solas para crear, pero hay que matizarle
al Universo, destino de nuestras plegarias, que también nos gusta tener familia
y amigos. Patricia mitiga su soledad viajando mucho por Europa, dando
entrevistas y conferencias, yendo a congresos, etc.
Dice Pat de sí misma: mi vida ha
sido una completa lista de errores, pero también tuvo muchos aciertos,
vivió intensamente. Hay muchísimas cosas que te quedas sin saber de su vida,
todo lo que no está reflejado en sus Diarios, porque esto es una selección
hecha por la editora Anna von Planta, y te da una rabia… Pues eso es, las cosas
ocultas, eso es lo que te impulsa a seguir leyendo con voracidad.
Alella Cornell es una amiga
de la juventud de Highsmith, es la mujer joven más hermosa, a la que Pat no
trata del todo bien, y por lo que se sentirá culpable después, durante toda su
vida. Siempre llevaré a la joven Alella en mi corazón, cuando leí su pérdida, fue
como si me tragara todo el aire de la habitación y no pudiera expirarlo, el
puño al pecho, me incorporé en la cama, del disgusto, sabiendo en ese instante que
esa pena y congojo por la muerte de Alella me acompañaría ya toda la vida. Es
lo más terrible de sus Diarios, nunca, nunca, olvidaré a Alella Cornell. Para
poder leer a Pat, ha sido necesario recibir en mi alma un aguijón, una puñalada
trapera de la escritora norteamericana. Yo me pregunto: ¿somos todos tan
crueles como Pat? ¿O yo lo soy? Yo creo que sí. Ya pienso que todos podemos ser
crueles en defensa propia. Y aún siendo una mujer cruel, la amas, pagas el
precio y sigues leyendo. En ella ves al monstruo interior, aunque Pat lo
llama el monstruo primitivo, que se refiere a esa maldad interna que todos
podemos sentir y ejercer.
Dice Pat que los escritores tienen
que beber para poder interpretar varios personajes, que hay que transmutarse,
(aunque yo opino que esto se puede hacer sin alcohol), que no entiende a esos
escritores que están tan tranquilos escribiendo, que no se convierten en
mediums, en transmisores de una esencia intangible y superior, que no son
artistas, son oficinistas.
Dice Patricia en una de las
páginas de sus diarios: “Según sean las penalidades pasadas, así valoramos las
actuales comodidades”. Me deja patidifusa, yo creía que mi comodidad actual
era porque el Universo me había escuchado y me había otorgado una vida libre de
penalidades, viviendo en el campo, solo dedicándome a escribir y a la familia,
pero no, lo que Pat está diciendo es que el agradecimiento no tiene ninguna connotación
mística, sino que es un puro alivio por haber dejado de padecer y todo te
parece maravilloso.
Una cosa que me hace muchísima
gracia, y que no puedo evitar reseñar, son los comentarios que hace Patricia
sobre los europeos, dice que los europeos hablan con deleite de cuándo se
acostarán. Al día siguiente hablarán de ello con placer, recordarán las sábanas
limpias, la bolsa de agua caliente, los libros, las flores. Esto me recuerda a
mi padre y su cama, mi progenitor consideraba que la cama es el mejor invento
del mundo, lo cual me hacía preguntarme si es que en su infancia dormía en un
jergón o qué. Es delicioso observar que Patricia aprende a ser una bonne
vivant en Europa.
El final feliz de su novela Carol
supuso toda una revolución en el año de su publicación, 1952. La novela fue un
éxito inmediato, aunque la publicó con pseudónimo, para no arruinar así su reputación
como escritora de novela negra escribiendo sobre una historia de amor lesbiano.
Carol me hace pensar que también los diversos funcionales, los
neurodivergentes, merecen un final feliz: eso es todo un desafío a los
prejuicios de la sociedad. En la novela, una dependienta de Bloomingdales,
(Patricia trabajó en su juventud en unos grandes almacenes neoyorquinos), se
enamora de una dama de la alta sociedad que es infeliz en su matrimonio. Pat
también tuvo novias que estaban casadas: se enamoró con toda su alma de una
mujer inglesa que tenía un matrimonio convencional. Caroline, el gran amor de
su vida, nunca cedió a las peticiones de libertad y compromiso de Pat y
prefirió permanecer en un matrimonio que ella misma percibía como una cárcel.
El final feliz de Carol realmente cambió el mundo, ya que hasta ese momento se
asociaba la “desviación sexual” con un destino vital desgraciado. Muchísimos lectores
homosexuales escribieron a la autora mostrándole su entusiasmo y agradecimiento
por el regalo de ese final feliz... Les dio a los lectores la posibilidad: cuando
uno puede imaginar algo, es cuando lo puede llevar a la realidad. En el momento
en el que crees en una nueva posibilidad, esta se manifiesta, se hace posible
en tu vida. ¡Imagina más posibilidades y no dejes de leer para coger ideas!
17 Frases de los Diarios de Patricia
Highsmith para la eternidad.
- “Cuanto estoy (en una relación)
con un hombre me siento como si estuviera en una cárcel”.
- “La confianza en uno mismo lo es
todo. ¿Todo? Sí, todo”.
- “Como novelista, puedo decir – o
me gustaría declarar aquí por lo menos – que el diccionario es el libro más
entretenido que he leído”.
- “Un artista no puede vivir
consigo mismo y también con una mujer. Cómo se ha conseguido tal cosa es algo
que escapa a mi comprensión”.
- “El objetivo de escribir una
novela es la propia transformación psicológica”.
- “Moriré rodeada de personas que
no entenderán ni una palabra de lo que digo”.
- “Estar a solas es lo más cercano
a ese otro paraíso en la tierra, amar y ser amada”.
- “Mi cobardía, si la hay, estriba
solo en la indecisión”.
- “A todas las gentes del mundo
cuyo pan de cada día, si lo tienen, tiene el sabor amargo de la injusticia”.
- “La plegaria de un amante:
hagamos el favor de comprender que tenemos capacidad de hacernos daño
mutuamente y en consecuencia hagámonoslo lo menos posible.”
- “No te enamores nunca de un
artista. Cuando llegue la hora de trabajar, te mirará como si no te conociera y
te pondrá de patitas en la calle”.
- “Qué dichoso el instante en el
que se decide esperar.”
- “Soy tan feliz que a veces me
siento estúpida”.
- “Es necesario estar a solas para
darse cuenta de lo triste que está uno. Y también es necesario estar a solas
para darse cuenta de lo feliz que es. La última sensación es menos común y más
asombrosa. Pero las bendiciones de quien está feliz no tienen fin”.
- “Ojalá pudiera ir a la tienda y
comprar chistes en lata. Son tan nutritivos como la sopa”.
- “Por lo menos mi madre morirá con
la firme convicción de que tenía razón. A pocos se les concede esa
satisfacción”.
- “¡Un brindis por el optimismo
y la valentía!
¡Una copa por la osadía!
¡Y laureles para quién dé el
salto!” (Diarios y Cuadernos, año 1979)
Gracias por leer, un saludo y hasta
pronto
Carmen